Publicidad y Crisis de Atención

Publicado originalmente el martes 2 de marzo del 2004 (Espejos y Música).

Con el “boom” del Internet al final de los 80’s y con el crecimiento exponencial de los sites presentando todo un despliegue de creatividad e imaginación para captar la atención del público se dieron unos cuantos fenómenos muy apreciables entre los emisores y entre los receptores de ofertas de todo tipo de soluciones. Sin embargo, ese grupo de nuevos emprendedores sabía que había que robarle a otros medios la atención y lograr que los potenciales clientes tuvieran al menos un mínimo contacto con la(s) página(s) de la empresa.

Por alguna razón, los investigadores encontraron que el enemigo a vencer era la industria de la televisión y la prensa escrita, es decir, periódicos y revistas. Comenzaron a anunciarse en programas de alto rating, en los periódicos en las secciones más llamativas de acuerdo al tipo de público meta y finalmente la TV y las publicaciones escritas vinieron a convertirse en una especie de “caballo de troya”, en la que la industria del internet procuraba desplazar la atención de aquellos medios para concentrarlos en sus nuevos emprendimientos.

Venta de flores, tickets de avión, entradas para eventos de entretenimiento, libros, música digital, video juegos y acceso a páginas eróticas y otras, ocupan los primeros lugares en “hints” dentro de los buscadores.

En las ciudades que aún se encuentran en vías de desarrollo, es justo ahora cuando comienzan a aparecer las primeras señales de un cambio agresivo en la forma de hacer publicidad exterior. Ya mientras estamos frente a una luz roja de semáforo tenemos acceso a un montón de información que lamentablemente no procesamos, o al menos de inmediato. Hoy día tenemos en nuestras manos una crisis de atención.

Publicidad y Crisis de Atención
Un mundo cambiante, el envío de facturas, de mensajes en tiempo real, la agilidad para el cambio de canales viendo la programación de la noche y un montón de cosas de las que somos capaces en brevísimo espacio de tiempo, nos enfrenta perfectamente con la paradoja de esta nueva era de la información.

Recientemente asistiendo a sesiones de estudio con profesionales de la comunicación, evaluábamos las distorsiones visibles de una comunicación no efectiva y las causas que a ésta la originan. Mientras uno de los participantes (espero que esté leyendo esta publicación del día de hoy) conversaba con una compañera de trabajo, no había forma de que él pudiera despegar su mirada del monitor de la computadora. ¿Se dan cuenta? Es como si de pronto hayamos entendido que el valor de un segundo tuviera un peso inmenso, y en verdad que lo tiene, pero sin embargo, eso sólo nos sirve para prestar menos atención a quienes están cerca de nosotros, a tener más prisa en los semáforos, a optar por no ir al baño y aguantarnos porque esos pocos minutos pueden ser aprovechados para darle “send” al e-mail que estuvimos redactando.

El mundo informatizado nos está condicionando para darle un valor inmenso al tiempo, pero con una pobre orientación humana. Es esa la paradoja a la que me refiero.
Hoy día los minutos por publicidad están “por las nubes”. Si nos fijamos bien, cada vez son más frecuentes los comerciales con menos letras y con el paso más ágil de imágenes, claro dependiendo de si lo que se busca es fijar un producto en la mente del consumidor o simplemente recordarlo.

Pensemos en la gran cantidad de cosas que pueden hacerse en pocos minutos en el mundo moderno: Ver más de un canal de TV, bajar la temperatura del acondicionador de aire de la habitación sin tener que levantarnos, preparar rositas de maíz, dar click en más de una página en el internet y pasar una mercancía por el lector de código de barras, sólo por mencionar algunas.

Estas cosas compiten frontalmente con aquellas situaciones que aún se mantienen inalterables pese al paso de los años. Alimentar al bebé, encontrar todavía puntos de coincidencia de criterio con la pareja, escuchar un mensaje en la iglesia, mantener la concentración en medio de una conferencia, mantenerse coloreando una área definida sobre un papel en el colegio, borrar la pizarra, amarrarse los cordones de los zapatos.

Quizá todavía no nos hemos dado cuenta, pero ¿ha escuchado de mujeres que se recortan el pelo porque no disponen del tiempo que requieren las largas cabelleras?.

Estamos frente a una crisis de atención humana, de atención reflexivamente personal.

En mi caso, para no quedarme atrás, hoy día estoy lidiando con una mala costumbre de crisis de atención a quienes se dirigen a mi. Con más frecuencia que antes me impaciento cuando abundan en detalles, cuando ya me han dado una respuesta y siguen hablando conmigo. Ya no soporto más de un “bye” en una conversación telefónica, pues a veces le he cerrado el teléfono a la gente mientras siguen hablando.

Este nuevo mundo que nos ha tocado vivir a quienes hemos visto los cambios dramáticos que ha sufrido la humanidad en tres décadas, nos ha dejado desarmados para enfrentar inteligentemente la crisis de atención. Expositores reputados y maestros indican que la atención de una persona no puede mantenerse por más de veinte minutos sin que ella se distraiga, pero sinceramente considero que esa cantidad de tiempo debe ser evaluada nuevamente a la luz de las cosas que hoy estamos diciendo.

Rescatemos las relaciones primarias, esas que tienen que ver conmigo mismo y con la gente que tenemos más cerca. Acerquémonos a Dios pidiendo paciencia …y “la quiero ahora mismo”. Tengamos una relación más pausada, regresemos a las cosas que dieron origen a los seres que hoy somos. Proponte ser diferente sólo durante un día en el trabajo y examina tranquilamente en tu casa los resultados. Te prometo que encontrarás motivos agradables de asombro como para merecerte un abrazo.

Hasta la próxima entrega.

#Konectemos

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